Ya hace unas semanas que cambiamos de estación, algo que comienza a evidenciarse en la bajada de las temperaturas. Como consecuencia, empieza a aumentar nuestra preocupación por coger un resfriado, asociado en la cultura popular a coger frío. Ahora bien, esta creencia poco o nada tiene que ver con la realidad: el agente causal de un resfriado común es un virus. Y aquí llega la gran pregunta, ¿es posible evitarlos? En gran medida sí, contando con un sistema inmunitario fuerte y equilibrado.
La Dra. Sari Arponen, miembro del equipo científico de
Nutribiótica
–expertos en microbiota– y autora de los ‘bestsellers’ ¡Es la microbiota, idiota! y El sistema inmunitario por fin sale del armario, explica las pautas para conseguir fortalecer el sistema inmunitario y así lograr evitar los resfriados y, por ende, todos los síntomas derivados de este: mucosidad, congestión, dolor de garganta, de cabeza, malestar general, tos, estornudos, escalofríos, fiebre…
Una de las causas más importantes de los desequilibrios del sistema inmunitario está relacionada con que en nuestra sociedad actual hay muchos factores que hacen que tengamos una inflamación crónica de bajo grado. Según afirmaciones del científico y escritor Philip Maffetone –autor del libro The Overfat Pandemic–, el 80% de la población tendría un exceso de tejido adiposo en el cuerpo, un tejido adiposo inflamatorio, es decir, muchas personas no tienen sobrepeso ni obesidad, pero sí poco músculo y un exceso de grasa en el cuerpo.
“Tener una inflamación aguda en condiciones de vez en cuando es necesario para nuestra supervivencia. Sin embargo, estar siempre un poco inflamados no nos viene bien. Por un lado, nos enferma. Y, por otro, hace que quizá no seamos capaces de inflamarnos de verdad cuando lo necesitamos, de ahí esos resfriados mal curados que podemos llegar a arrastrar durante semanas”, explica la Dra. Arponen.
Inflamación y sistema inmunitarioNuestro estilo de vida es responsable de que estemos continuamente inflamados. Es por ello que nuestro sistema inmunitario se mantiene en un estado de alarma constante a consecuencia de muchos de nuestros hábitos diarios: la ingesta de productos ultraprocesados que comemos varias veces al día, las toxinas como los disruptores endocrinos o los metales pesados, todos los estresores crónicos de la vida moderna, el sedentarismo, la cronodisrupción… Todos estos factores son antropógenos, o lo que es lo mismo, los generamos nosotros mismos, por lo que nosotros mismos podemos tomar medidas para que no se produzcan.
Así, entre las principales recomendaciones que hace la Dra. Arponen para evitar que el sistema inmunitario se desequilibre y seamos más susceptibles de resfriarnos están tener una
alimentación a base de comida real, siguiendo una dieta pesco-mediterránea
o
atlántica; comer no más de 2-3 veces al día llevando a cabo un ayuno nocturno adecuado, de mínimo 12 ó 13 horas; realizar
ejercicio físico
al ser posible en un
entorno natural, siendo lo ideal andar un total de 15.000 pasos al día; controlar el estrés crónico, teniendo en cuenta que el
uso y abuso de los dispositivos digitales
es uno de los principales causantes del mismo; un adecuado descanso, etc.
Además de todo lo anterior, están los inmunobióticos, aquellos microorganismos vivos probióticos capaces de modular el funcionamiento del sistema inmunitario de una forma favorable. Para obtenerlos mediante la alimentación, hay que consumir alimentos fermentados, pero el inconveniente en estos casos en que no sabemos qué cepas estamos obteniendo. Y es que, no todas las cepas producen el mismo efecto en el cuerpo y en función de la persona se necesitará una u otra. “Los probióticos deben seleccionarse en función de su acción específica inmunobiótica”, indica la doctora. Algunos de los más conocidos, como L. rhamnosus gg, L. casei y L. paracasei, son muy inmunobióticos.
Llegados a este punto habría que atender también a la importancia de tener una microbiota equilibrada, ya que esta nos permite lograr ese equilibrio inmunitario y, por lo tanto, nos hace menos susceptibles a las infecciones víricas. Por esta razón, la suplementación con cepas probióticas específicas es una estrategia a considerar.